La primera vez que le vi la cara a la muerte tenía ocho años. Mi compañera de juegos, uno mas que yo. Nuestra amistad fue breve, lo que ocurrió no lo se con certeza, nunca pregunté, solo se que un día se la llevaron a la capital para quitarle algo de la cabeza . Después de un mes, volvió pelona y con una sonrisa bobalicona a la que no estaba acostumbrada. Su madre le hizo un
gorrito de lana, porque en aquel tiempo hacía
frío de invierno, razón por las que las demás niñas se burlaban -entre otras cosas- y nuestro circulo se redujo en aquel tiempo, a dos, sin contar al conejo blanco que le regalaron por ser buena y al que
vestía con un jersey, dejándomelo de vez en cuando para que lo llevara en brazos ,como si fuese mi primer bebé, pero llego el día en que mis padres decidieron mudarse a otro barrio y yo me mude de mi amiga a otras amigas.
En primavera de aquel año, mi
tío Pedro visitó nuestro nuevo hogar, traía un
atillo de gorriones para que mi madre los cocinara y una noticia, a ellos los comí con gusto, desconocía entonces, que aquella carne era hermana de una
gurripata a la que llame
Gurripata hasta que se hizo grande y la eche a volar y que decir del resto... me tomó a un lado y me comunicó sin grandes
aspavientos que mi amiga M.J había muerto. Yo lloré durante unos días, no mas de lo permisible y
volví de nuevo a
corretear tras ese chico que me traía como loca y con el que nunca cruce una palabra, a la lectura- armada de una linterna- de los libros de Julio
Verne debajo de la cama...En definitiva que me olvidé de ella por puro pragmatismo, hasta hoy, que se me vino a la memoria esa primera vez de "me voy"y es que leí al
Comendador " Ha muerto Ángel
Gonzalez" y el lo llora, mientras tanto, lo descubro por primera vez en sus poemas y corro como por inercia hacia
Benedetti que está ingresado en un hospital de
Uruguay, temiendo por el y leo a
Pedro, mi querido Pedro sus cartas de amor inacabables y a una
Luz Casal que canta en un nuevo disco después de haber vencido a su dragón y todo se confabula para llevarme a esta ella, una niña a la que ni siquiera se le
dio la oportunidad de ser más, y me da por pensar en la alegría de estar, porque en definitiva, la felicidad no es mas que una
personita simplona a la que no empezamos a querer, si no es por estar vivos después de haber muerto.
Hoy traigo a un poeta, de los que no entienden de rimas.