Siempre fui muy desgraciada; ya desde pequeña no sabía andar, e incluso me tapaban con un chupete la boca cada vez que expresaba ese sentimiento de frustración tan noble como es el llanto.
Después me hice con unos centímetros más de altura, pudiendo mantenerme en pie, pero no lo suficiente como para atrapar la lata de leche condensada.
Cuando alcancé la talla oficial, y ya hasta correteaba, me matricularon en el colegio y como era muy lista para mi edad, pasaron directamente de enseñarme a colorear a la tabla de multiplicar del siete: siempre me atravesaba en el siete por ocho.
Pasaron años después de esto, y empecé a sufrir de acné, también me enamoré de un niño que ni me miraba y cuando lo hacía me llamaba bigotuda. Tampoco tenía amigas afines, las que conocía solo querían jugar a la comba, y a mi me daba miedo entrar cuando la cuerda estaba en movimiento.
Así que no me casé, ni tuve hijos, pero si un perro.
Más tarde y sin explicaciones previas empezaron a morirse todos y fue cuando me compré el chupete ergonómico de color rosa pálido con dibujitos de la Warner.
Ahora no me quiere nadie, dicen que soy rara porque juego con las moscas. Zas, zas.
VACAS EN PEDERNALES
Las vacas pintadas
de las calles de Bilbao,
se han ido de vacaciones a Pedernales.
Calladas,
humildes,
sencillas,
bellas;
Esperan un nuevo Miguel Ángel
que les diga:
Muge,
pasta,
anda,
sueña...
Fede Bilbao