Se abre el telón
Sobre la tarima, dos sillas. Una junto a la otra. Paralelas. Tú ocuparás la de la izquierda. Siéntate. Conducirás un todo terreno. Te gustará. A tu lado, junto a ti, irá sentado el deseo.
Habéis pasado la tarde juntos. Tan de cerca... Compraréis un libro: " El perfume". No será otro. Ese será.
Escribirás una dedicatoria. Yo te diré: "Espero que te guste". Eso escribirás. Ella hará su parte: "Embriágate en aromas de almizcles". Eso te desconcertará, excitándote.
La llevarás a casa. Tú conduces. Recuerda. Se te escaparán miradas hacia ese tobillo tatuado. Querrás acariciarlo. Ella no dejará, juega a no dejar.
Ya en su puerta te acercarás para besarla. Ella mirará hacia abajo. Quiere pero teme. Insiste, cederá...cede.
Ahora bésala hasta que hormiguee, enrojezca su boca. Te tomará por la nuca con una dulzura intensa, febril. Eso hará. Te dirá: "Vayamos a cualquier lugar donde no haya farolas encendidas". Ríete como un
crío que obtiene su juguete. Ella reirá.
Busca un lugar, un callejón sin salida. Tiene que ser sin salida, a oscuras. Ya lo tienes. Cierra las ventanillas y haz que el calor del interior sea sofocante, empañándolos de sudores.
La empujarás por las nalgas hacia la parte trasera. Se dejará desnudar con avidez, abriéndose. Unos dedos empapados lo anunciarán. Te los llevarás a la nariz. Pensarás, no dirás: "moras".
La sostendrás clavando las yemas de tus dedos en su espalda, inclinándola hacia ti. Vas a morder sus hombros ¿entiendes? Morderás de nuevo su boca, sus pezones, su vientre; hasta llegar a su oquedad. Allí detente ¡No, prosigue! Tu lengua es ahora la que escarbará el último de sus recovecos, lamiendo aquella miel, su otra boca, arrancándole el primer gemido, entrecortado, profundo, encorvándola en una fusta de placer. Alzarás su cabeza y contemplarás cuanto diste; en unos ojos entreabiertos, exhaustos. Bésala de nuevo, haz que pruebe su propio sabor avinagrado. Le gustará. Ella sabe.
Ahora te toca a ti . Muéstrale tu tierna dureza. Tómala por el cabello. Acércala, condúcela. Tú sabes.
Arrastrará los dientes, como una danza de repetidos pasos, en su cálida boca, hasta probar tu salado.
La apartarás y exclamarás "¡Para! el fin dentro de ti, déjame en ti".
Fin del primer acto
Se cierra el telón