jueves, 24 de abril de 2008

Y tu me quieres desnuda



Aprendí a leer a los cuatros años de edad, a los seis escribí mi primer cuento, debía presentarlo para un concurso del colegio. Gane el primer premio, una muñeca vestida de época con sombrilla, a la que mi madre colocó sobre el aparador del salón como un trofeo, y con la que nunca jugué.
Aquello no me importó, hubiese preferido el estuche de colores que ofrecían al que quedara en segundo lugar.
El cuento trataba sobre un niño en la prehistoria que salvaba a un bisonte de ser cazado y que a empujones-intentando protegerlo- lo entraba por la angosta puerta de su cueva.
Mamá se lo hizo leer a todos los vecinos, orgullosa, y ellos a su vez me preguntaban si aquel cuento era realmente mío.
Por aquel entonces yo aún creía en las adulaciones de los adultos y me sentí realmente satisfecha.
No volví a escribir nada más hasta llegada mi juventud, esta vez un poema sin métrica alguna y que aun hoy al releerlo, vuelvo a sentir aquella pueril intensidad del desamor.
Del cuento aquel no me queda nada, tal vez el recuerdo de una caligrafía infantil, corregida por mamá sobre la mesa de aquella cocina, donde la luz que entraba del patio al caer la tarde, llenaba aquella estancia de un cálido sabor a imperecedero.
Tan solo hace unos años retomé torpemente la escritura, con cautela, suplicando entre líneas de forma repetitiva, casi inconsciente, la salvación de aquel bisonte, que no es otra si no la mía.



-Nikté ¿Cómo se te ocurre desnudarte de esa manera?
-Es que hace calor
-Pues te compras un ventilador
-¡Siiii! uno de esos de aspas que salen en las pelis de Tarzán de los monos.
-Creo que te estas confundiendo. En esas pelis se ventilaban con palmeras de cocos.
-Tu como siempre, desinflandolo to.
-Puede
.-Agggggggg

martes, 15 de abril de 2008

Érase una vez...



En la comarca de Ibi vivía un noble caballero, el cual estaba sujeto al hechizo de una bruja terriblemente malvada. Se trataba de la mudez; pero solo durante las horas del día, llegada la noche se convertiría en un hablador sin fin.
Algunos aventuraban a decir que fue por despecho, ya que la bruja conocida por todos como la de los cabellos rojizos, a pesar de que era muy hermosa, jamás logró conquistar su corazón, pues Sir Maurice-es así como se llamaba nuestro noble caballero- amaba la bondad sobre todas las cosas.
Los años transcurrían sin el menor perjuicio, al fin y al cabo, a la llegada de la luna el no hacia más que dormir, hasta que conoció a una joven y fue ahí el principio de su tragedia.
Se trataba de una linda costurera que para su labor utilizaba unas lentes mágicas: cosía botones a las nubes, hilvanaba estrellas… y era tan arduo su trabajo que al llegar el final del día aún debía proseguir.
Fue una de esas noches de primavera cuando se encontraron. El salía a pasear atraído por la fragancia de los naranjos y allí estaba ella- engarzando con su aguja jazmines-. El la saludó, ella respondió al saludo y sin apenas darse cuenta se encontraron enfrascados en una charla donde hablaban de estorninos, de sopas de lechuga, de calabazas plantadas junto a rosales, de batallas…, hasta que amaneció.
Transcurrieron muchas de estas noches, hasta que un día y ante la falta de tanto sueño, ambos enfermaron.
La bruja cuando tuvo noticias de lo ocurrido, se desató en risas que atemorizó a todo el poblado. Su maleficio al fin había sido cumplido: Sir Maurice había conocido lo terrible del amor.



-A ver Nikté ¿A ti no te da vergüenza escribir algo tan cursi?
-Un poco, pero como no me sale escribir otra cosa, pos ya está
-Si, hija, ya está. Ya estamos tos contentos, Anda que tu, mira que un tío por mu noble que sea donde se le ponga una bruja pechugona, pelirroja y de buen ver se iba a ir con una costurera loca. Coser botones a las nubes, chalá del to.
-Joe, que es mi sueño.

miércoles, 2 de abril de 2008

Mírame



Es con la caída del sol estival cuando ella vuelve a casa, no se de donde, ni importa. Su rito no es otro que el desprenderse de sus ropas, percatándose de mi mirada inquieta, colocando con delicadeza la toalla de lino sobre el respaldo de la silla; y va y se sumerge en un barreño de cinc; toma del agua cálida y humedece su pelo.
La observo a través de mi ventana, se que ella sabe y se deja ociosa.
Su ademán me provoca y enfrento mi cara hacía el cristal, ¡jabónate! le digo sin decir, y la mujer en su madurez obedece como si entendiera de mi deseo.
El vaho de mi aliento empaña la frágil transparencia que nos separa y presuroso la limpio con la mano. Veo que sigue allí, descarada, burlona, devolviéndome la mirada. Doy unos pasos hacia atrás y le señalo con los dedos mis labios, musito: ¡Maldita zorra!

martes, 1 de abril de 2008

Niña en una cajita




Ardua tarea es la de cortar baobabs, la de andar con los tobillos atados a un cordel; aún así, el mar sigue enmarcado a mi ventana allá fuera, presumido, radiante, invitándome a alcanzarlo.


-¿Que te ocurre Nikté?
-Lloro




I love you

but i gotta stay true

my morals got me on my kneesim

begging please stop playing games