Pasará tiempo. Solamente tiempo.
Y vendrá un tiempo.
Vendrá un tiempo en que ya no sabremos dar un
nombre a lo que nos una. Su nombre se irá borrando
poco a poco de nuestra memoria.
Y luego, desaparecerá por completo.
(Hiroshima mon amour)

Me dio por dibujar caracoles. Lo hago camino al trabajo y aunque los traqueteos del bus no me son favorables, insisto en esa demanda, como si me fuese la vida, como si ésta se redujera a caracoles preñados- a veces- y otras tantas con la apariencia de Roberto Bolaño.
Le digo a Mayra que con los grandes no hay que compararse sino aparearse. Ahora lo hago con él, con quién pregunta Mayra, le respondo que con Bolaño.
No tengo un modelo a mano, así que viajo hacia al memoria y sale el primer esbozo, ante la mirada expectante, por encima del hombro de ese desconocido de turno que es ahora mi compañero de asiento. Por un momento siento la necesidad urgente de excusarme, de decirle que no se dibujar; tampoco escribir, como máximo logro acceder al escalafón de la escribidora perpetua, pero no lo hago, solo pienso.

No puedo continuar, ese es el motivo-entre otros- por el que no me véis por aquí.
Sólo resta decir: ¡Dios salve a la reina!